martes, 2 de noviembre de 2010

DIA 16 Lo que más importa


No importa lo que diga, lo que crea o lo que haga,
sin amor estoy en quiebra.
1º Corintios 13:3 (PAR)

En esto consiste el amor: en que pongamos en
práctica sus mandamientos. Y éste es el
mandamiento: que vivan en este amor, tal como
ustedes lo han escuchado desde el principio.
2º Juan 1:6 (NVI)


La vida consiste en amar.
Como Dios es amor, la lección más importante que quiere que aprendamos en esta tierra es cómo amar. El amor es el fundamento de todos los mandamientos que nos ha dado, porque cuando amamos, más semejantes somos a Él: “Porque la ley se resume en este mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo””.
Aprender a amar desinteresadamente no es una tarea sencilla. Es contraria a nuestra naturaleza egocéntrica. Por eso contamos con toda una vida para aprender a amar. Por supuesto, Dios quiere que amemos a todos, pero está particularmente interesado en que aprendamos a amar a los miembros de su familia. Como ya hemos visto, este es el segundo propósito para tu vida. Pedro nos dice que “debemos mostrar un amor especial por el pueblo de Dios”. Pablo hace eco de este sentimiento: “Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe”.
¿Por qué insiste Dios en que demos un amor especial y prestemos atención a otros creyentes? ¿Por qué ellos tienen prioridad en el amor? Porque Dios quiere que su familia sea fundamentalmente conocida por el amor que manifiesten entre sí. Jesús dijo que el amor de los unos a los otros, y no nuestras creencias doctrinales, sería nuestro mayor testimonio al mundo. Dijo: “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros”.
En el cielo disfrutaremos de la familia de Dios para siempre, pero primero tenemos que realizar un trabajo difícil en la tierra, como preparación para una eternidad de amor. Dios nos entrena dándonos “responsabilidades familiares” y la principal es que practiquemos amarnos unos a otros.
Él quiere que tengas una comunión estrecha y regular con otros creyentes para desarrollar la práctica del amor. El amor no puede aprenderse en aislamiento. Necesitas estar rodeado de personas: insoportables, imperfectas y molestas. Gracias a la comunión podemos aprender tres verdades importantes.
el mejor uso de la vida es amar
El amor debe ser tu prioridad, tu objetivo y tu mayor ambición. El amor no es una buena parte de la vida; es la parte más importante. La Palabra de Dios declara: “¡Que el amor sea para ustedes la más alta meta!”.
No basta con decir: “Una de las cosas que quiero en esta vida es amar”, como si el amor fuera uno de los diez objetivos principales que tenemos. Las relaciones tienen prioridad sobre todo lo demás. ¿Por qué?
La vida sin amor no tiene sentido. Pablo dice: “No importa lo que diga, lo que crea o lo que haga, sin amor estoy en quiebra”.
En ocasiones nos conducimos como si las relaciones fueran algo que conseguimos introducir en nuestros planes. Hablamos de hallar tiempo para nuestros hijos o de hacer tiempo para las personas en nuestra vida. Damos la impresión de que las relaciones son apenas una parte de nuestra vida, junto con tantas otras ocupaciones. Pero Dios dice que lo esencial de la vida consiste en nuestras relaciones con los demás.
Cuatro de los Diez Mandamientos se refieren a nuestra relación con Dios, mientras que los seis restantes tratan de nuestra relación con las personas. Pero ¡los diez tienen que ver con relaciones! Posteriormente, Jesús resumió lo que más le importa a Dios en dos afirmaciones: amar a Dios y amar a los demás. Dijo: “Ama al Señor tu Dios con todo su corazón...” Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas”. Después de aprender a amar a Dios, que es la adoración, aprender a amar a los demás debería ser el segundo propósito de la vida.
Lo que más importa en mi existencia son las relaciones y no los logros o la adquisición de bienes. Entonces, ¿por qué le prestamos tan poca atención a las relaciones? Cuando estamos muy ocupados, afectamos el tiempo que dedicamos a las relaciones, quitándoles la energía y atención necesarias. Lo urgente desplaza lo más importante para Dios.
La ocupación en múltiples actividades compite con las relaciones. Nos preocupamos en ganarnos la vida, en realizar nuestro trabajo, en pagar las cuentas y en lograr metas, como si vivir consistiera en cumplir esas tareas. No es así. El sentido de la vida es aprender a amar: a dios y a las personas. El resultado de la resta “vida menos amor” es cero.
El amor durará por siempre. Otra razón por la que Dios nos manda hacer del amor una prioridad es que es eterno: “Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor: Pero la más excelente de ellas es el amor”.
El amor deja un legado. El impacto más perdurable que puedes dejar en la tierra es el trato que tuviste con las personas, no tu riqueza o tus logros. Como lo expresó la Madre Teresa: “Lo que importa no es tanto lo que uno hace sino cuánto amor pone en hacerlo”. El amor es el secreto de un legado duradero.
He tenido que acompañar a muchas personas en sus últimos momentos, cuando están al borde de la eternidad, y nunca las he escuchado decir: “¡Traigan mis diplomas! Me gustaría mirarlos una vez más. Muéstreme mis premios, mi medalla, el reloj de oro que me regalaron”. Cuando nuestra vida sobre esta tierra llega a su fin, no nos rodeamos de objetos. Queremos estar rodeados de personas: de seres queridos y con quienes nos relacionamos.
Llegados los últimos momentos, todos nos damos cuenta de que la vida consiste de relaciones. La sabiduría consiste en aprender esta verdad lo antes posible. No esperes a estar en tu lecho de muerte para reconocer que esto era lo más importante.
El amor será la norma para evaluarnos. Aprender a amar debe ser el objetivo de la vida ya que será la norma que dios usará para evaluarnos en la eternidad. Una de las maneras que Dios utiliza para medir la madurez espiritual es la calidad de nuestras relaciones. En el cielo él no nos pedirá que le contemos sobre nuestra carrera profesional, nuestra cuenta bancaria y nuestros pasatiempos, sino que revisará cómo tratamos a otras personas, en especial a los necesitamos. Jesús dijo que la manera de amarlo es amar a su familia y atender sus necesidades prácticas: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.
Cuando nos transfieran a la eternidad, dejaremos todo detrás. Lo único que llevaremos encima será nuestro carácter. Por eso la Biblia dice: “En Cristo Jesús... lo que vale es la fe que actúa mediante el amor”.
Con esto en mente, te sugiero que cuando te despiertes todas las mañanas, te arrodilles junto a tu cama o te sientes en el borde de la cama, y ores: “Dios, haga lo que haga hoy, quiero asegurarme de dedicar tiempo a amarte y amar a los demás: mi vida consiste en eso. No quiero desperdiciar este día”. ¿Por qué habría Dios de darte otro día si no lo vas a aprovechar?

EL TIEMPO ES LA MEJOR EXPRESIÓN DE AMOR
Es posible evaluar la importancia que le asignamos a algo considerando el tiempo que estamos dispuestos a dedicarle. Cuanto más tiempo le dedicamos a algo, más evidente resulta la relevancia y el valor que tiene para nosotros. Si quieres conocer las prioridades de una persona, fíjate en cómo usa el tiempo.
El tiempo es el regalo más preciado que tenemos porque es limitado. Podemos producir más dinero, pero no más tiempo. Cuando le dedicamos tiempo a una persona, le estamos entregando una porción de nuestra vida que nunca podremos recuperar. Nuestro tiempo es nuestra vida. El mejor regalo que le puedes dar a alguien es tu tiempo.
No es suficiente decir que las relaciones son importantes; debemos demostrarlo en acciones, invirtiendo tiempo en ellas. Las palabras por sí solas nada valen: “Hijos míos, no solamente debemos decir que amamos, sino que debemos demostrarlo por medio de lo que hacemos”. Las relaciones exigen tiempo y esfuerzo. Amor se deletrea así: “T-I-E-M-P-O”.
La esencia del amor no es lo que pensamos o hacemos o aportamos a los demás; antes bien, es cuánto entregamos de nosotros mismos. A los hombres, en particular, les cuesta entender esto. Muchos me han dicho: “No puedo entender a mi esposa ni a mis hijos. Les proveo todo lo que necesitan. ¿Qué más quieren?” ¡Te quieren a ti! Quieren tus ojos, tus oídos, tu tiempo, tu atención, tu presencia, tu interés: tu tiempo. No hay nada que pueda suplir eso.
El mejor regalo de amor no son los diamantes ni las rosas ni los dulces. Es brindar tu concentración. El amor se concentra tanto en otra persona que por un instante uno se olvida quién es. La atención dice: “Te valoro tanto que te entrego mi bien más valioso: mi tiempo”. Siempre que dediques de tu tiempo, estarás haciendo un sacrificio, y el sacrificio es la esencia del amor. Jesús nos dejó el ejemplo: “Estén llenos de amor hacia los demás; sigan en esto el ejemplo de Cristo, quien nos amó y se entregó en sacrificio a Dios por nuestros pecados”.
Es posible dar sin amar, pero no se puede amar sin dar. “Tanto amó Dios al mundo, que dio...” Amar es entregarse: dejar de lado mis preferencias, comodidad, objetivos personales, seguridad, dinero, energía y tiempo para el beneficio de otra persona.

EL MEJOR MOMENTO PARA AMAR ES AHORA
La postergación de algunos asuntos es una respuesta legítima cuando se trata de una tarea trivial. Sin embargo, como el amor es lo más importante, debe tener prioridad. La Biblia repetidas veces destaca este punto: “Siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos”; hagamos el bien “aprovechando al máximo cada momento oportuno”. “No niegues un favor a quien te lo pida, si en tu mano está el otorgarlo. Nunca digas a tu prójimo: “Vuelve más tarde; te ayudaré mañana”, si hoy tienes con qué ayudarlos”.
¿Por qué este es el mejor momento para expresar nuestro amor? Porque no sabemos por cuánto tiempo tendremos esta oportunidad. Las circunstancias cambian; las personas se mueren; los hijos crecen; no hay garantías para el mañana. Si quieres expresar tu amor, más vale que lo hagas ahora mismo.
Sabemos que un día deberemos presentarnos ante Dios; por lo tanto, deberíamos considerar las siguientes preguntas: ¿Qué justificación tendré para explicar que le di más importancia a los proyectos y a las cosas que a las personas’ ¿Con quién debería comenzar a pasar más tiempo? ¿Qué cosas necesito limitar de mi agenda para conseguir ese tiempo? ¿Qué sacrificios debo hacer?
El mejor uso que le puedes dar a la vida es amar. La mejor expresión de amor es el tiempo. El mejor momento para amar es ahora.
DÍA DIECISÉIS
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: La vida consiste amar.
Versículo para recordar: “Toda la ley se resume en un solo mandamiento: “Ama a tu prójimo como a ti mismo””. Gálatas 5:14 (NVI)
Pregunta para considerar: Con toda franqueza, ¿son las relaciones mi prioridad? ¿Qué medidas puedo tomar para asegurarme de que lo sean?

DIA 15 Hecho para la familia de Dios


PROPÓSITO Nº 2
FUISTE HECHO PARA LA FAMILIA DE DIOS
“Yo soy la vid y ustedes son las ramas”.Juan 15:5 (NVI)

Formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada
miembro está unido a todos los demás.

Romanos 12:5 (NVI)

Hecho para la familia de Dios
Dios es quien hizo todas las cosas, y todas las cosas son
para su gloria. Quería tener muchos hijos para
compartir su gloria.
Hebreos 2:10 (PAR)

Miren cuánto nos ama el Padre celestial que
permite que seamos llamados hijos de Dios.
¡Y... lo somos!
1º Juan 3:1 (BAD)
Fuiste hecho para pertenecer a la familia de Dios.
Dios quiere tener una familia y nos creó para formar parte de ella. Este es el segundo propósito de Dios para tu vida; Él lo planificó así antes de que nacieras. Toda la Biblia es la historia de Dios formado una familia para amarlo, honrarlo y reinar con Él para siempre. Su Palabra lo expresa así: “Su plan inmutable siempre ha sido adoptarnos en su propia familia, trayéndonos a Él mediante Cristo Jesús. Esto ha sido muy de su agrado”.
Dios valora las relaciones porque Él es amor. Es relacional por naturaleza propia y se identifica con imágenes fraternales: Padre, Hijo y Espíritu. La Trinidad es la relación de Dios consigo mismo. Es el patrón perfecto para una relación armónica, y deberíamos estudiar lo que implica.
Como Dios siempre ha existido en una relación plural consigo, nunca ha estado solo. Él no necesitaba tener una familia, quería tenerla. Por lo tanto, diseñó un plan para crearnos y adoptarnos y compartir con nosotros todo lo que él tenía, porque eso le agradaba mucho. La Biblia afirma: “Él, porque así lo quiso, nos dio vidas nuevas a través de las verdades de su santa Palabra y nos convirtió, por así decirlo, en los primeros hijos de su nueva familia”.
Cuando depositamos nuestra fe en Cristo, Dios se convierte en nuestro Padre y nosotros en sus hijos, los demás creyentes se convierten en nuestros hermanos y hermanas, y la iglesia en nuestra familia espiritual. La familia de Dios está compuesta de todos los creyentes del pasado, el presente y el futuro.
Dios creó a todos los seres humanos, pero no todos son sus hijos. Para llegar a formar parte de la familia de Dios hay una única manera: nacer de nuevo. Con el primer nacimiento formamos parte de una familia humana, pero nos convertimos en miembros de la familia de Dios con el segundo. Dios nos ha dado “el privilegio de nacer de nuevo, para poder pertenecer a la propia familia de Dios”.
La invitación a formar parte de la familia de Dios es universal, pero hay una condición: tener fe en Jesús. La Escritura dice: “Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús”.
Tu familia espiritual es aun más importante que tu familia física porque durará para siempre. Nuestras familias en esta tierra son dones maravillosos de Dios, pero son pasajeras y frágiles, en ocasiones divididas por el divorcio, la distancia, la vejez e, inevitablemente, la muerte. En cambio, nuestra familia espiritual ¾nuestras relaciones con los demás creyentes ¾ continuarán por la eternidad. Es una unión más fuerte, un vínculo más permanente que la consanguinidad. Cuando Pablo se detenía a considerar el propósito eterno de Dios para nosotros, dejaba escapar la alabanza: “Cuando pienso en lo sabio y amplio de su plan, me arrodillo y oro al Padre de la gran familia, algunos miembros de esta gran familia ya están en el cielo y otros están todavía aquí en la tierra...”

BENEFICIOS DE PERTENECER A LA FAMILIA DE DIOS
Cuando nacimos espiritualmente en la familia de Dios, recibimos algunos regalos asombrosos: ¡el nombre de la familia, la semejanza a la familia, los privilegios familiares, el acceso a la intimidad de la familia y la herencia familiar! La Biblia dice que “como somos hijos de Dios, todo lo que Él tiene nos pertenece”.
El Nuevo Testamento pone de relieve nuestra rica “herencia”. Nos dice que “mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús”. Como hijos de Dios tenemos parte en la fortuna familiar. Aquí en la tierra Dios nos da “las riquezas... de su gracia... bondad... paciencia... gloria... sabiduría... poder... y misericordia”. Pero en la eternidad recibiremos aún más.
Pablo quiere que sepamos “cuál es la riqueza de su gloriosa herencia entre los santos”. ¿Qué incluye exactamente esa herencia? Primero, estaremos con Dios para siempre. Segundo, seremos completamente transformados para ser como Cristo. Tercero, estaremos libres de pena, muerte y sufrimiento. Cuarto, recibiremos una recompensa y nos asignará puesto de servicio. Quinto, podremos compartir la gloria de Cristo. ¡Qué herencia! Eres mucho más rico de lo que crees.
La Biblia afirma que Dios “tiene reservada una herencia incalculable para sus hijos. Está conservada para ti, pura e indestructible, incontaminada e inmarchitable”. Eso significa que nuestra herencia eterna es invalorable, pura, permanente y está protegida. Nadie nos da puede quitar; tampoco hay guerras, economías recesivas o desastres naturales que la puedan destruir. Nuestro objetivo y empeño debería ser esta herencia eterna, no la jubilación. Pablo dice: “Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo, conscientes de que el Señor los recompensará con su herencia”. La jubilación es una meta a corto plazo. Deberíamos vivir a la luz de la eternidad.

EL BAUTISMO NOS IDENTIFICA CON LA FAMILIA DE DIOS
Las familias saludables tienen orgullo familiar: sus miembros no se avergüenzan de ser reconocidos como parte de ella. Por desgracia, he conocido a muchos creyentes que nunca se han identificado públicamente con su familia espiritual como Jesús lo ordenó: por medio del bautismo.
Este no es un ritual opcional, que pueda retrasarse o postergarse. Representa nuestra pertenencia a la familia de Dios. Es el anuncio público al mundo de que “no me avergüenzo de ser parte de la familia de Dios”. ¿Te bautizaste? Jesús ordenó este acto hermoso para todos los miembros de su familia. Su mandamiento fue: “Vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Durante años me pregunté por qué la Gran Comisión de Jesús le asignaba tanta relevancia al bautismo, tanta importancia como a las grandes tareas de evangelización y edificación. ¿Por qué es tan importante el bautismo? Pero entonces me di cuenta que el bautismo simboliza el segundo propósito de Dios para nuestra vida: la participación en la comunión de la familia eterna de Dios.
El bautismo está lleno de significado. Con él declaramos nuestra fe y compartimos la sepultura y resurrección de Cristo, representa nuestra muerte a la vieja vida y anuncia nuestra nueva existencia en Cristo. También es una celebración de nuestra incorporación a la familia de Dios.
El bautismo es la representación física de una verdad espiritual. Representa lo que sucedió en el momento cuando Dios nos adoptó en su familia: “Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo ¾ya seamos judíos o gentiles, esclavos o libres”. Todos recibimos el mismo Espíritu.
El bautismo no nos convierte en miembros de la familia de Dios; eso es posible sólo mediante la fe en Cristo. El bautismo es una muestra de que somos parte de esa familia. Es como el anillo de bodas: una señal visible de un compromiso interno hecho en el corazón. Es un acto de iniciación, no algo que podamos postergar hasta que nos consideremos espiritualmente maduros. La única condición bíblica es que hay que creer.
En el Nuevo Testamento, la gente se bautizaba enseguida, después de haber creído. En Pentecostés, el mismo día que aceptaron a Cristo se bautizaron tres mil personas. En otra ocasión, un líder etíope se bautizó en el mismo lugar donde se convirtió, y Pablo y Silas bautizaron al carcelero de Filipos y a su familia a medianoche. Los bautismos no se dejaban para otro momento en el Nuevo Testamento. Si todavía no te has bautizado como expresión de tu fe en Cristo, hazlo tan pronto como sea posible: como Jesús lo mandó.

EL PRIVILEGIO MÁS GRANDE DE LA VIDA
La Palabra de Dios declara: “Jesús y el pueblo que santificó pertenecemos a la misma familia; por lo tanto, Jesús no se avergüenza de llamarnos hermanos y hermanas. Permite que esta espléndida verdad se te grabe a fondo. Eres parte de la familia de Dios y, como Jesús te santificó, ¡Dios está orgullos de ti! Las palabras de Jesús son indiscutibles: “Señalando a sus discípulos (Jesús) añadió: “Aquí tienen a mi madre y a mis hermanos. Pues mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo””. Ser incluido en la familia de Dios es el más alto honor y privilegio que jamás recibirás. No hay nada que se le parezca. Cuando te sientas inseguro, o que no eres importante, o que nadie te quiere, recuerda a quién perteneces.
DÍA QUINCE
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: Dios me hizo para pertenecer a su familia.
Versículo para recordar: “Su plan inmutable siempre ha sido adoptarnos en su propia familia, trayéndonos a él mediante Cristo Jesús”. Efesios 1:5 (BAD)
Pregunta para considerar: ¿De qué manera puedo comenzar a tratar a los demás creyentes como miembros de mi propia familia?

DIA 14 Cuando Dios parece distante


El SEÑOR ha escondido su rostro del pueblo...
pero yo esperaré en Él, pues en Él tengo
puesta mi esperanza.
Isaías 8:17 (NVI)

Dios es real, sin importar cómo te sientas.
Cuando las cosas marchan bien en nuestra vida, es fácil adorar a Dios: cuando nos ha provisto alimento, amigos, familia, salud y alegría. Pero las circunstancias no siempre son tan agradables. ¿Cómo adoramos a Dios, entonces? ¿Qué hacemos cuando Dios parece estar a millones de kilómetros de distancia?
El grado de adoración más profundo es alabar a Dios a pesar del dolor: agradecer a Dios durante una prueba, confiar en Él durante la tentación, aceptar el sufrimiento y amarlo aunque parezca distante.
La prueba de la amistad es la separación y el silencio; cuando estamos separados por una distancia física o nos vemos imposibilitados de hablar. En el caso de nuestra amistad con Dios, no siempre nos sentimos cercanos a Él. Philip Yancey, puntualiza: “En cualquier relación hay momentos de intimidad y momentos de distanciamiento, y en la relación con Dios, no importa lo íntima que sea, el péndulo también se moverá de un lado a otro”. Entonces sí que la adoración se pone difícil.
Para madurar nuestra amistad, Dios la pondrá a prueba con períodos de aparente separación: momentos en que sentiremos que nos abandonó nos olvidó. Dios parecerá estar a millones de kilómetros. San Juan de la Cruz se refirió a esos días de sequía espiritual, duda y distanciamiento de Dios, como “la oscura noche del alma”. Henri Houwen los llamó “el ministerio de la ausencia”. A.W. Toser los llamó “el ministerio de la noche”. Otros los llamaron “el invierno del corazón”.
Aparte de Jesús, David fue quien posiblemente tuvo más amistad con Dios. El Señor tenía el placer de llamarlo “un hombre conforme a mi corazón”. Sin embargo, David con frecuencia se quejaba de la aparente ausencia de Dios: “Dios mío, ¿por qué te quedas tan lejos? ¿por qué te escondes de mí cuando más te necesito?”, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Lejos estás para salvarme, lejos de mis palabras de lamento”; “¿Por qué me has rechazado?”.
Por supuesto, Dios en realidad no había dejado a David, como tampoco te dejará a ti. Ha prometido varias veces: “Nunca te dejaré ni te abandonaré”. Pero Dios no te promete: “siempre sentirás mi presencia”. En efecto, Dios reconoce que a veces oculta su rostro de nosotros. A veces es como si fuera un DEA, un “desaparecido en acción” en nuestra vida.
Floyd McClung lo describe de la siguiente manera: “Te despiertas una mañana y todos tus sentimientos espirituales han desparecido. Oras, pero no pasa nada. Reprendes al diablo, pero nada cambia. Realizas tus ejercicios espirituales... les pides a tus amigos que oren por ti... confiesas todos los pecados que puedas imaginar y les pides perdón a todos tus conocidos. Ayunas... pero no pasa nada. Comienzas a preguntarte cuánto tiempo durará esta penumbra espiritual. ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses? ¿Terminará algún día?... sientes que tus oraciones rebotan en el techo. Al borde de la desesperación, gritas: “¿Qué me pasa?”.
La verdad es que ¡nada está mal! Es una parte normal de la prueba y la maduración de nuestra amistad con Dios. Todos los cristianos atravesamos esta situación por lo menos una vez, y por lo general varias veces. Es dolorosa y desconcertante, pero es absolutamente vital para el desarrollo de la fe. Job no perdió la esperanza cuando no sentía la presencia de Dios en su vida porque tenía esa certeza. Dijo estar convencido de su inocencia porque “si me dirijo hacia el este, no está allí; si me encamino al oeste, no lo encuentro. Si está ocupado en el norte, no lo veo; si se vuelve al sur; no alcanzo a percibirlo. Él, en cambio, conoce mis caminos; si me pusiera a prueba, saldría yo puro como el oro”.
Cuando Dios parece distante, puedes sentir que está enojado contigo o que te está disciplinando por algún pecado. Es cierto, el pecado sí nos puede desvincular de la amistad íntima con Dios. Entristecemos al Espíritu de Dios y apagamos nuestra comunión con la desobediencia, el conflicto con los demás, las múltiples ocupaciones, la amistad con el mundo y otros pecados.
Pero este sentimiento de abandono y distanciamiento de Dios no suele tener nada que ver con el pecado. Es una prueba de fe, una que todos debemos enfrentar: ¿seguirás amando, confiando, obedeciendo y adorando a Dios aunque no sientas su presencia ni tengas prueba evidente y visible de su obra en tu vida?
En la actualidad, el error más común de los cristianos con respecto a la adoración es que buscan una experiencia, más que a Dios. Buscan un sentimiento y, si lo encuentran, concluyen que han adorado. ¡Qué equivocación! En realidad, Dios suele retirar nuestros sentimientos para que no dependamos de ellos. La adoración no es la búsqueda de un sentimiento, incluso si se trata de uno de intimidad con Cristo.
Cuando eras un cristiano “en pañales”, Dios te dio varias emociones y contestaba tus oraciones inmaduras y egocéntricas, para que confirmaras su existencia. Pero a medida que crecemos en la fe, nos aparta gradualmente de esas dependencias.
La omnipresencia de Dios y la manifestación de su presencia son dos cosas distintas. Una, es un hecho; la otra, es un sentimiento. Dios está siempre presente, aunque no estemos conscientes de Él; su presencia es demasiado profunda para medirla con meras emociones.
Sí, Dios quiere que sientas su presencia, pero prefiere que confíes en Él aunque no lo sientas. A Dios le agrada la fe, no los sentimientos.
Las situaciones que más apelarán a tu fe serán aquellas cuando tu vida se derrumbe y no puedas percibir a Dios. Fue lo que le sucedió a Job. En un solo día perdió todo: su familia, su negocio, su salud, todas sus posesiones. Fue de lo más desalentador: ¡por treinta y siete capítulos Dios no dijo nada!
¿Cómo podemos alabar a Dios cuando no entendemos lo que pasa en nuestra vida y Él calla? ¿Cómo mantener el vínculo en medio de una crisis si no hay comunicación? ¿Cómo mantener la vista en Jesús cuando nuestros ojos están llenos de lágrimas? Hagamos lo que hizo Job: “Se dejó caer al suelo en actitud de adoración. Entonces dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir: el Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!”.
Cuéntale a Dios exactamente cómo te sientes. Derrama tu corazón ante Dios. Descarga todas tus emociones y sentimientos. Job lo hizo cuando dijo: “¡No guardaré silencio! Estoy enojado y amargado. ¡Tengo que hablar!”. Cuando Dios parecía distante añoraba: “¡Qué días aquellos, cuando yo estaba en mi apogeo y Dios bendecía mi casa con su íntima amistad!”. Dios puede encargarse de las dudas, el enojo, el temor, el dolor, la confusión y las preguntas que tengas.
¿Sabes que reconocer tu desesperanza ante Dios puede ser una afirmación de fe? Es posible confiar en Dios y sentirse afligido al mismo tiempo. David escribió: “Aunque digo: “Me encuentro muy afligido”, sigo creyendo en Dios”. Puede parecer una contradicción: confío en Dios, ¡pero estoy destrozado! La franqueza de David en realidad revela una profunda fe. En primer lugar, creía en Dios. Segundo, creía que Dios escuchaba su oración. Tercero, creía que Dios le permitiría decir lo que sentía y lo seguiría amando.
Concéntrate en quién es Dios, en su naturaleza inmutable. A pesar de las circunstancias y de los sentimientos, depende del carácter inmutable de Dios. Recuerda las verdades eternas de Dios: Él es bueno, me ama, está conmigo, sabe lo que me pasa, se interesa en mí, tiene un plan para mi vida. V. Raymond Edman dijo: “Nunca dudes en la oscuridad de lo que Dios te dijo en la luz”.
Cuando la vida de Job se desmoronó, y Dios mantuvo silencio, Job todavía encontró motivos para alabar a Dios:
§ Él es bueno y amoroso.
§ Él es todopoderoso.
§ Él conoce todos los detalles de mi vida.
§ Él tiene el control.
§ Él tiene un plan para mi vida.
§ Él me salvará.
Confía en que Dios cumplirá sus promesas. Durante las épocas de sequía espiritual debemos depender pacientemente de las promesas de Dios y no de nuestras emociones; debemos reconocer que nos está conduciendo a un grado más profundo de madurez. Una amistad basada en emociones es, sin duda, superficial.
No te preocupes por tus preocupaciones. El carácter de Dios no cambia con las circunstancias. La gracia de Dios todavía tiene toda su fuerza; Él todavía está de tu lado, aunque no lo sientas. Cuando Job sintió la ausencia de Dios, siguió dependiendo de su Palabra: “No me he apartado de los mandamientos de sus labios; en lo más profundo de mi ser he atesorado las palabras de su boca”.
Gracias a que confiaba en la Palabra de Dios, Job pudo mantenerse fiel, aunque nada parecía tener sentido. Su fe era fuerte en medio del dolor. “Dios podrá matarme, pero todavía confiaré en Él”.
Adoras a Dios de una manera más profunda cuando mantienes tu confianza en Él a pesar de que sientas que te ha abandonado.
Recuerda lo que Dios hizo por ti. Aunque Dios nunca hubiera hecho algo por ti, aun así merecería tu continua alabanza por el resto de tu vida por lo que Jesús hizo en la cruz. ¡El hijo de Dios murió por ti! Ese es el motivo más importante de la adoración.
Por desgracia, olvidamos la crueldad del sacrificio y la agonía que Dios sufrió en nuestro lugar. La familiaridad genera complacencia. Incluso antes de su crucifixión, al Hijo de Dios lo desnudaron y lo golpearon hasta dejarlo irreconocible; lo azotaron, lo insultaron y se burlaron de Él, le pusieron una corona de espinas y lo escupieron con desprecio. Hombres crueles abusaron de Jesús y lo ridiculizaron, lo trataron peor que a un animal.
Después de estar casi inconsciente por las hemorragias, lo obligaron a cargar una pesada cruz por un camino ascendente, lo clavaron en una cruz y lo dejaron morir lentamente, en una atroz muerte por crucifixión. Mientras se desangraba, tuvo que escuchar las burlas y los insultos del gentío que se divertía viendo su dolor, desafiando su afirmación de ser Dios.
Además, mientras el Señor cargaba todo el pecado y la culpa de la humanidad sobre su persona. Dios miró a otro lado y Jesús exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Él pudo haberse salvado a sí mismo, pero entonces no habría podido salvarte a ti.
No hay palabras que puedan explicar la oscuridad de ese momento. ¿Por qué Dios permitió y toleró ese maltrato tan espantoso y malvado? ¿Por qué? Para que no tuvieras que pasar la eternidad en el infierno, y para que pudieras estar en su gloria para siempre. La Biblia dice: “Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador; para que en Él recibiéramos la justicia de Dios”.Jesús dio todo de sí para que tuvieras todo. Murió para que pudieras vivir para siempre. Eso por sí solo ya es suficiente para merecer tu gratitud y alabanza continua. Nunca más te preguntes qué motivos tienes para agradecer a Dios.
DÍA CATORCE
PENSANDO EN MI PROPÓSITO

Punto de reflexión: Dios es real, no importa cómo me sienta.
Versículo para recordar: “Porque Dios ha dicho: “Nunca te dejaré; jamás te abandonaré”. Hebreos 13:5 (NVI)
Pregunta para considerar: ¿Cómo puedo no perder de vista la presencia de Dios, especialmente cuando lo sienta distante?

DIA 13 La adoración que agrada a Dios


Ama al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente
y con todas tus fuerzas.
Marcos 12:30 (NVI).


Dios quiere todo de ti.

Dios no quiere una parte de tu vida. Pide todo tu corazón, toda tu alma, toda tu mente y todas tus fuerzas. A Dios no le interesan los compromisos a medias, la obediencia parcial y las sobras de tu tiempo y dinero. Quiere tu devoción plena, no pedacitos de tu vida.
Una mujer samaritana en cierta ocasión discutió con Jesús acerca del mejor tiempo, lugar y estilo de adoración. Jesús le contestó que esos aspectos eran irrelevantes. El lugar de adoración no es tan importante como por qué adoramos y cuánto de nuestro ser le ofrecemos a Dios cuando lo hacemos. Hay una manera de adorar buena y mala. La Biblia dice: “Así que nosotros, que estamos recibiendo un reino inconmovible, seamos agradecidos. Inspirados por esta gratitud, adoremos a Dios como a Él le agrada, con temor reverente”. La adoración que agrada a Dios tiene cuatro características:
A Dios le agrada la adoración en verdad. La gente suele decir: “Me gusta pensar en Dios como alguien que...” y plantean la idea de un Dios a quien les gustaría adorar. Pero no podemos simplemente crear nuestra propia imagen de Dios, la que nos resulta cómoda y políticamente correcta y adorarla. Eso es idolatría.
La adoración debe basarse en la verdad de las Escrituras, no en nuestra opinión acerca de Dios. Jesús le dijo a la mujer samaritana: “Los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren”.
“Adorar en verdad” significa adorar a Dios como la Biblia verdaderamente lo revela.
A Dios le agrada la adoración auténtica. Cuando Jesús dijo que debemos “adorar en espíritu” no se refería al Espíritu Santo sino a nuestro espíritu. Fuimos creados a imagen de Dios y, por lo tanto, somos un espíritu que reside en un cuerpo, y Él diseñó nuestro espíritu para que pudiéramos comunicarnos con Él. La adoración es la respuesta de nuestro espíritu al Espíritu de Dios.
Cuando Jesús dijo: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma” quería decir que la adoración debe ser auténtica y sentida, de corazón. No se trata sólo de decir las palabras correctas; debes creer en lo que dices. ¡La alabanza que no brota del corazón no es alabanza! No sirve de nada, es un insulto a Dios.
Cuando adoramos, Él mira más allá de nuestras palabras, observando la actitud de nuestro corazón. La Escritura afirma: “La gente se fija en las apariencias, pero yo (el Señor) me fijo en el corazón”.
Como la adoración implica agradar a Dios, abarca nuestras emociones. Dios nos dio emociones para que pudiéramos adorarlo con sentimientos intensos; pero esas emociones deben ser genuinas, no fingidas. Dios odia la hipocresía. No quiere teatralidad ni fingimiento ni farsas en la adoración. Quiere nuestro amor sincero y verdadero. Podemos adorarlo con imperfecciones, pero no con falta de sinceridad.
Por supuesto, la sinceridad por sí sola no es suficiente; podemos ser sinceros y estar equivocados. Por eso se necesitan tanto el espíritu como la verdad. La adoración debe ser veraz y auténtica. La adoración que agrada a Dios es profundamente emocional y doctrinal. Con nuestro corazón y nuestra cabeza.
Muchas personas confunden las emociones conmovedoras producidas por la música con las estimuladas por el Espíritu, pero no son iguales. La verdadera adoración ocurre cuando nuestro espíritu responde a Dios, no a una melodía. En realidad, algunas canciones sentimentales e introspectivas entorpecen la adoración porque de concentrarnos en Dios, pasamos enfocarnos en nuestros sentimientos. Cuando adoramos, el factor de mayor distracción somos nosotros mismos: nuestros intereses y preocupaciones acerca de la impresión que damos.
Los cristianos no se ponen de acuerdo con respecto a la manera más adecuada o auténtica de alabar a Dios, pero estos argumentos lo que más reflejan son las distintas personalidades y trasfondos. La Biblia menciona diversas formas de alabanza: la confesión, el canto, los clamores, el estar de pie, el arrodillarse, el baile, el hacer ruidos de gozo, el testimonio, la utilización de instrumentos musicales y al alzar las manos. El mejor estilo de adoración es el que más auténticamente representa nuestro amor a Dios, basado en el trasfondo y la personalidad que Dios nos dio.
Mi amigo Gary Thomas se dio cuenta de que muchos cristianos en lugar de tener una amistad vibrante con Dios, parecen estancarse en la costumbre ¾la adoración ser convierte en una rutina insatisfactoria¾ porque se obligan a usar métodos devocionales o estilos de adoración que no se adaptan a la unicidad con que Dios los creó.
Gary se preguntó: “Si Dios con toda intención nos creó a todos distintos, ¿por qué deberíamos amarlo de la misma manera?”. De la lectura de los clásicos cristianos y basado en entrevistas, Gary descubrió que los cristianos, en el transcurso de dos mil años, han seguido diversos caminos para disfrutar la intimidad con Dios: al aire libre, por medio del estudio, con el canto, con la danza, con expresiones artísticas, en el servicio a los demás, en la soledad, en comunión con otras personas, y participando de muchas otras actividades.
En su libro Sacred Pathways (Sendas Sagradas), Gary identifica nueve maneras que las personas usan para acercarse a Dios: a los naturalistas, nada los inspira más a amar a Dios que estar al aire libre, en un entorno natural. Los sensoriales, que aman a Dios con sus sentidos y aprecian los hermosos cultos de adoración que involucran la vista, el sabor, el olfato y el tacto, además de sus oídos.
Los tradicionalistas, que se acercan a Dios mediante rituales, liturgias, símbolos y estructuras estables. Los ascéticos, que prefieren amar a Dios en soledad y sencillez. Los activistas, que aman a Dios enfrentándose al mal, luchando contra la injusticia y esforzándose por hacer de este mundo un mejor lugar para vivir. Los cuidadores, que aman a Dios cuidando a los demás y satisfaciendo sus necesidades. Los entusiastas, que aman a Dios con celebraciones. Los contemplativos, que aman a Dios con la adoración. Los intelectuales aman a Dios entendiéndolo con sus mentes.
En cuanto a la adoración y la amistad con Dios no existen las “tallas únicas”. Una cosa sí es cierta: No darás gloria a Dios intentando ser alguien que Él nunca se propuso que fueses. Dios quiere que seas tú mismo. El Padre está “buscando personas que, cuando lo adoren, sean sencilla y sinceramente ellas mismas cuando se presenten ante Él”.
A Dios le agrada la adoración reflexiva. El mandamiento de Jesús de “amar a Dios con toda tu mente” se repite cuatro veces en el Nuevo Testamento. A Dios no le agrada que cantemos himnos, oremos con apatía y exclamemos con indiferencia. ¡Gloria a Dios!, sin pensar en lo que hacemos, porque no se nos ocurre otra cosa que decir en ese momento. Si no pensamos en lo que hacemos cuando adoramos, la adoración no sirve. Tu mente debe estar puesta en lo que haces.
Jesús tildó de “vanas repeticiones” a la adoración distraída. El mal uso puede convertir hasta los términos bíblicos en frases gastadas, cuando olvidamos su significado. Cuando adoramos, es mucho más fácil ofrecer oraciones rutinarias que esforzarnos por honrar a Dios con palabras y con gestos llenos de frescura. Por eso los animo a leer las Escrituras usando distintas versiones y paráfrasis. Eso es útil para enriquecer nuestras expresiones de adoración.
Trata de alabar a Dios sin usar las palabras alabanza, aleluya, gracias, gloria a Dios o amén. En vez de decir: “Sólo queremos alabarte”, haz una lista de sinónimos y usa palabras más novedosas como admirar; respetar; valorar; reverenciar; honrar y apreciar.
Además, sé específico. Si alguien se te acerca y repite: “¡Te alabo!” diez veces, es probable que pienses: “¿Por qué?” Tu preferirías dos cumplidos específicos a veinte generalidades vagas. Dios también.
Otra idea es hacer una lista de los diferentes nombres que tiene Dios y concentrarse en ellos. Los nombres de Dios no son arbitrarios; expresan distintos aspectos de su carácter. En el Antiguo Testamento, Dios se reveló gradualmente a Israel, introduciendo nuevos nombres para sí, y nos manda alabar su nombre.
Dios quiere que nuestras reuniones de adoración en público también tengan sentido. Pablo dedica un capítulo entero a este asunto en 1º Corintios 14, y concluye:”Pero todo debe hacerse de manera apropiada y con orden”.
Con respecto a este punto, Dios insiste en que nuestros cultos de adoración puedan ser entendidos por los no creyentes que estén presentes en nuestras reuniones de adoración. Pablo señaló que “si tú das gracias a Dios con tu espíritu, y te escucha algún extraño, no podrá unirse a tu oración porque no entenderá lo que dices. No podrá hacerlo, porque no habrá comprendido nada. Tu oración podrá ser muy buena, pero no estarás ayudando a nadie”. La Biblia nos ordena ser sensibles a los no creyentes que están de visita en nuestras reuniones de adoración. Si hacemos caso omiso de este mandamiento somos desobedientes y no tenemos amor.- Si deseas una explicación más extensa acerca de este punto, consulta el capítulo “La adoración puede ser testimonio” en Una iglesia con propósito.
A Dios le agrada la adoración práctica. La Palabra de Dios afirma: “Les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios”. ¿Por qué quiere Dios tu cuerpo? ¿Por qué no dice “ofrezcan su espíritu”? Porque sin el cuerpo no podemos hacer nada en este planeta. En la eternidad recibiremos un cuerpo nuevo, mejorado, actualizado, pero mientras estemos sobre la tierra, Dios dice: “¡Dame lo que tengas!” Él únicamente está siendo práctico con respecto a la adoración.
¿Has escuchado decir a las personas: “Esta noche no puedo ir a la reunión, pero estaré con ustedes en espíritu? ¿Saben lo que significa esto? Nada. ¡No vale nada! Mientras estemos en esta tierra, nuestro espíritu sólo puede estar donde esté nuestro cuerpo. Si tu cuerpo no está presente, no estás ahí.
Cuando adoramos debemos ofrecer nuestro “cuerpo como sacrificio vivo”. En la actualidad asociamos el concepto de “sacrificio” con algo muerto, pero Dios quiere que seamos un sacrificio vivo. ¡Quiere que vivamos para Él! Sin embargo, el problema de un sacrificio vivo es que se puede escapar del altar, y es lo que solemos hacer. Cantamos “¡Firmes y adelante!, huestes de la fe” los domingos, y los lunes desertamos.
En el Antiguo Testamento, a Dios le agradaban los sacrificios de adoración porque anunciaban el sacrificio de Jesús por nosotros en la cruz. Ahora bien, a Dios le agradan diferentes tipos de sacrificio de adoración: la gratitud, la alabanza, la humildad, el arrepentimiento, las ofrendas de dinero, la oración, el servicio a los demás y el compartir los recursos con los necesitados.
La verdadera adoración tiene un precio. David lo sabía y dijo: “No voy a ofrecer al SEÑOR mi Dios holocaustos que nada me cuesten”.
La adoración sacrifica nuestro egocentrismo. No podemos exaltar a Dios y exaltarnos al mismo tiempo. No podemos adorar para impresionar a los demás y para agradarnos a nosotros mismos. Necesitamos retirar deliberadamente el enfoque de nuestra persona.
Cuando Jesús dijo: “Ama a Dios con todas tus fuerzas”, quería señalar que la adoración requiere esfuerzo y energía. No es siempre ni lo más conveniente ni lo más cómodo, y en ocasiones la adoración es un acto de voluntad absoluto: un sacrificio de buena voluntad. La adoración pasiva es una incongruencia.
Ofrecemos sacrificio de adoración a Dios cuando lo alabamos aunque no tengamos ganas; cuando nos levantamos de la cama para adorarle aunque estemos cansados y cuando ayudamos a los demás aunque estemos agotados. Eso agrada a Dios.
Matt Redman, un líder inglés de adoración, cuenta cómo su pastor le enseñó a la iglesia el verdadero significado de la adoración. Para mostrarles que ésta era más que la música, prohibió por un tiempo el canto en los servicios, mientras aprendían otras maneras de adorar. Al cabo de ese tiempo, Matt había escrito el himno clásico El Corazón de la Adoración:

Te traigo más que una canción,
Porque ella en sí no es lo que me pides.
Buscas más adentro
Que lo que a simple vista parece:
Miras dentro de mi corazón.
El corazón de este asunto es un asunto del corazón.
DÍA TRECE
PENSANDO EN MI PROPÓSITO

Punto de reflexión: Dios quiere todo de mí.
Versículo para recordar: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Marcos 12:30 (NVI)
Pregunta para considerar: ¿Qué le agrada más a Dios en este momento: mi adoración en público o en privado? ¿Qué haré al respecto?

DIA 12 Desarrolla tu amistad con Dios


El Señor... al íntegro le brinda su amistad.Proverbios 3:32 (NVI)

Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes.
Santiago 4:8 (NVI)

Estás tan cerca de Dios como lo decidas.
Como en cualquier amistad, debemos trabajar para desarrollar la nuestra con Dios. Ella no se da por casualidad. Requiere voluntad, tiempo y energía. Si deseas un vínculo más estrecho e íntimo con Dios deberás aprender a comunicarle tus sentimientos con sinceridad, a confiar en Él cuando le pidas que haga algo, a aprender a interesarte en lo que a Él le interesa y a procurar su amistad más que ninguna otra cosa.
Debo ser sincero con Dios. La primera piedra para edificar una amistad profunda con Dios es tener sinceridad sobre nuestras faltas y sentimientos. Dios no espera que seamos perfectos, pero sí insiste en que seamos completamente sinceros. En las Escrituras, ninguno de los amigos de Dios era perfecto. Si la perfección fuera un requisito para ser amigo suyo, nunca podríamos serlo. Es una dicha que, por la gracia de Dios, Jesús todavía sea “amigo de pecadores”.
En la Biblia, los amigos de Dios fueron sinceros con respecto a sus sentimientos, se quejaban y discutían con Él, ponían sus decisiones en tela de juicio y hasta lo acusaban. Esta franqueza no parecía molestarle a Dios; es más, la estimuló.
Dios permitió que Abraham, pusiera en tela de juicio y cuestionara la destrucción de la ciudad de Sodoma. Abraham insistió con Dios para que no destruyera la ciudad, negoció con Él, intercediendo por si hubiera por lo menos cincuenta justos hasta conseguir apenas diez.
Dios también escuchó pacientemente las acusaciones de David, que se quejaba de la injusticia, la traición y el abandono. Él no mató a Jeremías cuando éste dijo que Dios le había hecho trampa. Job pudo dar rienda suelta a su amargura durante el calvario que pasó y, al final, Dios mismo lo defendió por ser sincero y amonestó a sus amigos por su falta de autenticidad. Dios les dijo que “a diferencia de mi amigo Job, lo dicho por ustedes y lo que han dicho sobre mí no es verdad... Mi amigo Job ahora orará por ustedes y yo aceptaré su oración”.
En un ejemplo asombroso de franca amistad, Dios expresó su disgusto total con la desobediencia de Israel. Le dijo a Moisés que cumpliría la promesa de darles a los israelitas la tierra prometido, pero que ¡no daba un paso más con ellos en el desierto! Dios estaba harto, y quiso que Moisés supiera exactamente cómo se sentía.
Moisés, hablando como “amigo” de Dios, le respondió con la misma franqueza: “Tú insistes en que yo debo guiar a este pueblo, pero no me has dicho a quién enviarás conmigo. También me has dicho que soy tu amigo y que soy muy especial para ti... entonces, dime cuáles son tus planes... Ten presente que los israelitas son tu pueblo, tu responsabilidad... Si tu presencia no nos guía, ¡mejor no emprendamos este viaje! Si no vienes con nosotros, ¿cómo sabré que estamos juntos en esto, yo y tu pueblo? ¿Vienes con nosotros o no? ¾Está bien, haré lo que me pides ¾le dijo el Señor a Moisés¾, y también haré esto porque te conozco bien y te considero mi amigo”.
¿Puede Dios tolerar esa sinceridad franca e intensa de tu parte? ¡Por supuesto! La amistad auténtica se construye con base en revelaciones. Lo que puede parecer un atrevimiento, para Dios es autenticidad. Dios escucha las palabras apasionadas de sus amigos; se aburre con los clichés reverentes y previsibles. Si quieres ser amigo de Dios, debes ser sincero con Él, comunicarle lo que de verdad sientes, no lo que piensas que deberías sentir o decir.
Es posible que necesites confesar una rabia oculta o algún resentimiento contra Dios en ciertas partes de tu vida donde sientes que Dios no te trató con justicia o que te decepcionó. Hasta que maduremos lo suficiente como para entender que dios usa todo para bien de nuestra vida, estaremos resentidos con Él por simplezas como la apariencia física, nuestro trasfondo y formación, oraciones sin respuesta, penas del pasado y otras cosas que cambiaríamos si fuéramos Dios. La gente suele echarle la culpa a Él por el dolor que otros les han provocado: William Backus llama a eso “la grieta oculta con Dios”.
El resentimiento es el mayor impedimento para amistarse con Dios: ¿Por qué querría ser amigo de dios si permitió esto? El antídoto, por supuesto, es darse cuenta de que Dios siempre actúa defendiendo nuestros intereses, incluso cuando nos resulta doloroso y no podemos entenderlo. Pero expresar nuestro resentimiento y revelar nuestros sentimientos es el primer paso para la recuperación. Como lo hicieron tantas personas en la Biblia, cuéntale a Dios exactamente cómo te sientes.
Dios dejó sus instrucciones respecto a la sinceridad sin tapujos en el libro de los Salmos: un manual de adoración lleno de protestas y desvaríos, dudas, temores, resentimientos y sentidas pasiones, combinadas con gratitud, alabanza y afirmaciones de fe. En ese libro se han catalogado todas las emociones. Cuando leas las emotivas confesiones de David y de otros, entenderás que así es como Dios quiere que lo adores: sin ocultarle ningún sentimiento. Podemos orar como el salmista: “En su presencia expongo mi queja, en su presencia doy a conocer mi angustia cuando me encuentro totalmente deprimido”.
Es alentador saber que todos los amigos más íntimos de Dios ¾Moisés, David, Abraham, Job entre otros¾ tuvieron sus momentos de duda. Pero en vez de disimular su desconfianza con piadosa hipocresía, la expresaron con sinceridad, franca y públicamente. Expresar nuestras dudas suele ser el primer paso hacia el siguiente nivel de intimidad con Dios.
Debo obedecer a Dios en fe. Siempre que confiemos en la sabiduría divina y hagamos todo lo que nos manda, aunque no lo entendamos, estaremos afianzando la amistad con Dios. Usualmente no pensamos en la obediencia como una característica de la amistad; la reservamos para las relaciones con los padres o con el jefe o con alguien en autoridad, pero no con un amigo. Sin embargo, Jesús dejó bien claro que la obediencia es una condición para la intimidad con Dios. Él dijo: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando”.
En el capítulo anterior señalé que la palabra que Jesús usó cuando nos llamó “amigos” podía emplearse para referirse a “los amigos del rey” en la corte real. Si bien estos compañeros cercanos tenían privilegios especiales, aun así estaban sujetos al rey y tenían que obedecer sus órdenes. Somos amigos de Dios, pero no somos sus iguales. Él es nuestro líder cariñoso, y nosotros lo seguimos.
Obedecemos a Dios no por obligación, temor o compulsión, sino porque lo amamos y confiamos en que sabe lo que es mejor para nosotros. Queremos seguir a Cristo porque estamos agradecidos por todo lo que ha hecho por nosotros, y cuanto más de cerca lo sigamos, más estrecha será nuestra amistad.
Los no creyentes piensan que los cristianos obedecen por obligación, porque se sienten culpables o por temor al castigo, pero es todo lo contrario. Obedecemos por amor, porque nos ha perdonado y liberado, y ¡nuestra obediencia nos llena de gozo! Jesús dijo: “Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes.Permanezcan en mi amor: Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor; así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor: Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa”.Fíjate en que Jesús simplemente espera que hagamos lo mismo que Él hizo con el Padre. Esa relación es el modelo para establecer nuestra amistad con Él. Jesús hizo todo lo que el Padre le pidió que hiciera, y lo hizo por amor.
La verdadera amistad no es pasiva sino activa. Cuando Jesús nos pide que amemos a los demás, que ayudemos a los necesitados, compartamos nuestros recursos, tengamos una vida limpia, estemos dispuestos a perdonar y a traer a otros a él, el amor nos impulsa a obedecerlo al instante.
Muchas veces se nos desafía a hacer “grandes cosas” para Dios. En realidad, a Él le agrada más que hagamos pequeñas cosas con obediencia y por amor. Podrán pasar inadvertidas para los demás, pero Dios las ve y las considera actos de adoración.
Las grandes oportunidades suelen venir una sola vez en la vida, pero estamos rodeados de pequeñas oportunidades todos los días. Podemos alegrar a Dios hasta con actos tan sencillos como decir la verdad, ser generosos y animar a los demás.
Dios atesora estos simples gestos de obediencia más que nuestras oraciones, alabanza y ofrendas. La Biblia nos dice: “¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que Él dice? El obedecer vale más que el sacrificio”.
Jesús comenzó su ministerio público a la edad de treinta años, cuando Juan lo bautizó. “Este es mi Hijo amado, estoy muy complacido con Él”. ¿Qué hizo Jesús durante treinta años que agradaba tanto a Dios? La Biblia no nos dice nada respecto a esos años ocultos, a excepción de una frase aislada en Lucas 2:51: “Regresó a Nazaret con ellos, y vivió obedientemente con ellos”. Treinta años de vivir agradando a Dios se resumen en dos palabras: “¡Vivió obedientemente!”.
Debo valorar lo que Dios valora. Esto es lo que hacen los amigos: se interesan en lo que la otra persona considera importante. Mientras más amigo seas de Dios, más te importará lo que a Él le importa, más nos afligirá lo que a Él le aflige, y más nos alegraremos con lo que a Él le agrada.
Pablo es el mejor ejemplo de esto. Los planes de Dios eran los suyos, y se apasionaba por las mismas cosas que apasionaban a Dios: pedía que le aguantaran “la tontería de estar tan preocupado por los corintios, porque ¡se debía a la pasión de Dios quemándole por dentro!”. David sentía lo mismo: “la pasión por la casa de Dios lo consumía, y sentía que los que insultaban a Dios también lo insultaban a Él”.
¿Qué es lo que más le importa a Dios? La redención de su pueblo. ¡Quiere hallar a todos sus hijos que se han perdido! Jesús vino al mundo pro ese motivo principal. El hecho más preciado para Dios es la muerte de su Hijo. Lo segundo más valioso es cuando sus hijos comparten esa noticia con otros. Si somos amigos de Dios, nos deben importar todas las personas a nuestro alrededor porque también preocupan a Dios. Los amigos de Dios les hablan a sus amigos acerca de Dios.
Debo desea la amistad con Dios más que nada. Los Salmos están repletos de ejemplos de este anhelo. David deseaba con pasión conocer a Dios por encima de todo; usó palabras como anhelo, ansia, sed, hambre. Anhelaba a Dios. Dijo: “Sólo una cosa he pedido al Señor, sólo una cosa deseo: estar en el templo del Señor todos los días de mi vida, para adorarlo en su templo y contemplar su hermosura”. En otro salmo dijo: “Tu amor es mejor que la vida”.
La pasión con que Jacob deseaba la bendición de Dios en su vida fue tan intensa que luchó toda la noche en el campo con Dios, y le dijo: “¡No te soltaré hasta que me bendigas!” La parte más llamativa de esta historia es que Dios, que es todopoderoso, ¡lo dejó ganar! Dios no se ofende cuando “luchamos” con Él, porque este encuentro requiere contacto personal y ¡eso nos acerca a Él! También es una actividad apasionada y a Dios le encanta cuando nos emocionamos con Él.
Pablo fue otro hombre entusiasmado por su amistad con Dios. No había nada más importante: era prioritaria, el foco único y la meta principal de su vida. Dios usó a Pablo de manera tan grande justamente por esta razón. Una versión amplificada de la Biblia expresa cabalmente la intensidad de la pasión que Pablo sentía: “Mi firme propósito es conocerlo mejor ¾para poder progresivamente conocerlo más a fondo y más íntimamente, sintiendo, percibiendo y entendiendo las maravillas de su Persona con mayor intensidad y más claridad”.
Lo cierto es que estás tan cerca de Dios como tú lo deseas. La amistad íntima con Dios es una opción, no es una casualidad. Debes tener la intención de buscarla. ¿Realmente la quieres? ¿Más que a cualquier cosa? ¿Cuánto vale para ti? ¿Vale la pena que dejes otras cosas para conseguirla? ¿Merece el esfuerzo que tendrás que hacer para desarrollar los hábitos y destrezas necesarios?
Quizás en el pasado Dios te haya apasionado pero has perdido ese fervor. Era el problema que tenían los cristianos de Efeso: habían dejado su primer amor. Hacían lo correcto, pero por obligación y no por amor. Si sólo has estado cumpliendo con gestos espirituales, no deberías sorprenderte si Dios permite el dolor en tu vida.
La aflicción es como el combustible de la pasión: refuerza la energía intensa, que normalmente no tenemos pero que necesitamos para realizar los cambios. C.S.Lewis dijo: “El dolor es el altavoz de Dios”. Dios nos despierta del letargo espiritual mediante el dolor. Nuestros problemas no son un castigo; son los despertadores que usa un Dios cariñoso. Él no está enojado con nosotros; Él está apasionado con nosotros, y hará lo que sea necesario para que volvamos a tener comunión con él. Pero hay una manera más fácil para reencender tu entusiasmo por Dios: comienza pidiéndole a Dios esta pasión, y pídela hasta conseguirla. Haz esta oración durante el día: “Querido Jesús: “Lo que más quiero es conocerte íntimamente””. Dios les dijo a los cautivos en Babilonia que “cuando lo buscaran en serio y de todo corazón, Él se aseguraría de no defraudarlos”.

TU RELACIÓN MÁS IMPORTANTE
No hay nada, absolutamente nada más importante, que cultiva la amistad con Dios. Es una relación que durará para siempre. Pablo le dijo a Timoteo: “Algunos de estos individuos se han apartado de lo que es más importante en la vida: conocer a Dios”. ¿Te estás perdiendo lo más importante de la vida? Puedes hacer algo al respecto ahora mismo. Recuerda, es tu decisión. Estarás tan cerca de Dios como lo quieras.
DÍA DOCE
PENSANDO EN MI PROPÓSITO

Punto de reflexión: Estoy tan cerca de Dios como quiero estar.
Versículo para recordar: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes”. Santiago 4:8 (NVI)
Pregunta para considerar: ¿Qué decisiones tomaré hoy para acercarme a Dios?