jueves, 28 de octubre de 2010

DIA 11 Hagámonos los mejores amigos de Dios


Porque si, cuando éramos enemigos de dios, fuimos
reconciliados con Él mediante la muerte de su Hijo,
¡con cuánta más razón... seremos salvados
del castigo de Dios por su vida!
Romanos 5:10 (NVI)


Dios quiere ser tu mejor amigo.
Nuestra relación con Dios tiene diferentes aspectos: Dios es el Creador y el Hacedor, el Señor y el Maestro, Juez, Redentor, Padre, Salvador y mucho más. Pero la verdad más impactante es que el Dios Todopoderoso, ¡anhela ser nuestro Amigo!
En el jardín del Edén vemos la relación ideal de Dios con nosotros: Adán y Eva disfrutaban una amistad íntima con Él. No había rituales, ni ceremonias, ni religión; simplemente una relación sencilla y cariñosa entre Dios y las personas que había creado. Sin los estorbos de la culpa o el temor, Adán y Eva se deleitaban en Dios, y Él en ellos.
Dios nos creó para vivir continuamente en su presencia; pero después de la caída, esa relación ideal se estropeó. Sólo unas pocas personas en el Antiguo Testamento tuvieron el privilegio de la amistad divina. A Moisés y Abraham se les llamó “amigos de Dios”, de David se nos dice que para Dios era “un hombre conforme a (su) corazón”, y Job, Enoc y Noé tenían una amistad íntima con Dios. Pero en el Antiguo Testamento, el temor de Dios predomina más que la amistad.
Jesús cambió esa situación. Al pagar nuestros pecados en la cruz, el velo del templo ¾que simbolizaba nuestra separación de Dios¾ se rasgó de arriba abajo, como señal de que el acceso directo a Dios estaba nuevamente abierto.
A diferencia de los sacerdotes que debían prepararse durante horas antes de reunirse con Él, nosotros ahora podemos acercarnos a Dios en cualquier momento. La Biblia dice que “ahora tenemos la maravillosa alegría del Señor en nuestras vidas, gracias a que Cristo murió por nuestros pecados y nos hizo sus amigos”.
La amistad con Dios sólo es posible por su gracia y el sacrifico de Jesús: “Dios nos reconcilió por medio de Cristo nos transformó de enemigos en amigos”. Un viejo himno dice: ¡”Oh, qué amigo tenemos en cristo!” pero, en realidad, Dios nos invita a disfrutar su amistad y comunión con las tres personas de la Trinidad: nuestro Padre, , el Hijo y el Espíritu Santo.
Jesús dijo: “Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes”. La palabra amigo en este versículo no se refiere a un conocido ocasional sino a una relación estrecha de confianza. El mismo término se usa para referirse al padrino del novio en la boda y al círculo de amigos más íntimo y personas de confianza del rey. En las cortes reales, los siervos deben mantener cierta distancia prudente del rey, pero sus amigos íntimos disfrutan de un contacto estrecho, así como de acceso directo al rey, y de información confidencial.
Es difícil comprender por qué Dios quiere ser mi amigo íntimo, pero la Biblia declara que “Dios es apasionado con respecto a su relación con nosotros”.
Dios tiene el anhelo intenso de que lo conozcamos íntimamente. En efecto, planificó el universo y estructuró la historia, incluyendo los detalles de nuestra vida, para que pudiésemos ser sus amigos. La Escritura afirma: “De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios. Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren”.
Conocer y amar a Dios es nuestro gran privilegio; ser conocido y amado por él es Su mayor placer. Él dice que “si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el Señor... pues es lo que a mí me agrada”.
Es difícil imaginar cómo es posible una amistad íntima entre un Dios perfecto, invisible y omnipotente y el ser humano finito y pecador. Sería más fácil de entender una relación entre el Amo y el siervo, o entre el Creador y lo creado, incluso entre el Padre y el hijo. Pero, ¿qué significa que Dios quiera ser mi amigo? Si consideramos las vidas de los amigos de Dios en la Biblia, podemos aprender seis secretos de la amistad con Dios. Veamos dos secretos en este capítulo y los cuatro restantes en el siguiente.

CÓMO LLEGAR A SER EL MEJOR AMIGO DE DIOS
Mediante la conversación constante. No será posible desarrollar una relación estrecha con Dios si sólo asistimos a la iglesia una vez a la semana ni tampoco si sólo tenemos un rato a solas con Dios. La amistad con Dios se cultiva cuando compartimos todas nuestras vivencias con Él.
Por supuesto que es importante establecer el hábito del devocional diario con Dios, pero Él quiere ser más que una cita en nuestra agenda. Quiere ser incluido en cada actividad, en cada conversación, en cada problema y hasta en cada uno de nuestros pensamientos. Es posible mantener una conversación continua con Él y “a la espera de su respuesta” durante todo el día, comentándole lo que estamos haciendo o pensando en ese momento. “Oren sin cesar” implica conversar con Dios mientras realizamos las compras, conducimos el automóvil, trabajamos o desarrollamos cualquier otra tarea cotidiana.
Existe el concepto erróneo de que “pasar tiempo con Dios” significa estar asolas con Él. Por supuesto, conforme al modelo de Jesús, necesitamos pasar tiempo a solas con Dios, pero eso representa apenas una fracción del tiempo que estamos despiertos. Todo lo que hacemos puede ser “tiempo que pasamos con Dios” si lo invitamos a acompañarnos y somos conscientes de su presencia.
Hay un libro clásico para aprender a desarrollar una conversación constante con Dios: Practicing the Presence of God (la práctica de la presencia de Dios). Fue escrito en el siglo diecisiete por el hermano Lawrence, un humilde cocinero en un monasterio francés. El hermano Lawrence fue capaz de convertir hasta las tareas domésticas más comunes y serviles, como preparar las comidas y lavar los platos, en actos de alabanza y comunión con el Creador. “La clave de la amistad con Dios ¾dijo¾, no es cambiar lo que uno hace sino cambiar la actitud de uno al hacerlo. Lo que normalmente haces para ti, comienzas a hacerlo para Dios; ya se trate de comer, bañarse, trabajar, descansar o sacar la basura”.
En la actualidad a veces sentimos que tenemos que “distanciarnos” de nuestra rutina diaria para poder adorar a Dios, pero eso se debe a que no hemos aprendido a practicar su presencia todo el tiempo. Al hermano Lawrence le resultaba fácil adorar a Dios mientras desarrollaba las tareas comunes de la vida; no tenía que viajar para asistir a retiros espirituales especiales.
Ese es el ideal de Dios. En el Edén, la adoración no era un acontecimiento al que había que asistir sino que era una actitud ininterrumpida; Adán y Eva estaban en comunión constante con Dios. Como Él está con nosotros todo el tiempo, no hay un lugar donde puedas estar más cerca de Dios que donde te encuentras ahora mismo. La Biblia dice que Él gobierna sobre todos: “Está sobre todo y por medio de todos y en todos”.
Otra de las ideas útiles del hermano Lawrence era pronunciar oraciones más cortas y conversacionales continuamente durante el día, en vez de establecer sesiones largas y oraciones complejas. Para mantener la concentración y evitar la distracción, aconsejaba: “Sugiero que no usen muchas palabras cuando oren, porque los discursos largos son propicios para la distracción”.
En estos tiempos de falta de atención, esa sugerencia de hace 450 años es de particular relevancia: Que las oraciones sean sencillas.
La Biblia nos dice que debemos orar todo el tiempo. ¿Cómo es posible hacer eso?. Una manera es usar “oraciones de aliento” durante todo el día, como lo han venido haciendo muchos cristianos desde hace siglos. Puedes elegir una afirmación o frase sencilla para repetírsela a Jesús en un aliento: “Tú estás conmigo”. “Acepto tu gracia”. “Cuento contigo”. “Quiero conocerte”. “Pertenezco a ti”. “Ayúdame a confiar en ti”. También puedes usar pasajes cortos de las Escrituras: “Para mí el vivir es Cristo”. “Nunca me abandonarás”. “Tú eres mi Dios”. Óralas tan seguido como sea posible para que se graben a fondo en tu corazón. Sólo asegúrate de que la intención sea honrar a Dios, nunca controlarlo”.
Practicar la presencia de Dios es una destreza, un hábito que se puede desarrollar. Así como los músicos practican escalas todos los días para tocar melodías hermosas con desenvoltura, debes obligarte a pensar en Dios varias veces al día. Debes entrenar tu mente para recordar a Dios.
Al principio necesitarás crear notas para traer regularmente a la memoria la conciencia de que Dios está a tu lado en ese instante. Comienza colocando notas visuales a tu alrededor. Podrías escribir una papeleta así: “Dios está conmigo y de mi lado ¡en este mismo instante!” Los monjes benedictinos recuerdan que deben hacer una pausa y rezar “la oración horaria” con las campanadas del reloj. Si tienes uno o un teléfono celular con alarma, podrías hacer lo mismo. Algunas veces sentirás la presencia de Dios; otras, no.
Si buscas experimentar la presencia de Dios en todo esto, no has entendido nada. No alabamos a Dios para sentirnos bien, sino para hacer el bien. Nuestra meta no es tener una sensación sino conciencia continua de la realidad de que Dios está siempre presente. Ese es el estilo de vida de adoración.
Mediante la meditación continua. La segunda manera de consolidar una amistad con Dios es pensar en su Palabra durante el día. Eso se llama meditación, y la Biblia repetidas veces nos exhorta a meditar en quién es Dios, lo que ha hecho y lo que ha dicho.
Es imposible ser amigos de Dios si no sabemos lo que dice. No podemos amar a Dios si no lo conocemos, y no podemos conocerlo si no conocemos su Palabra. Ella dice que Dios “se revelaba a Samuel y le comunicaba su palabra”.
Si bien no podemos pasarnos 24 horas estudiando la Biblia, podemos pensar en ella durante el día, recordando versículos que hemos leído o memorizado, y reflexionando en ellos.
A veces se cree que la meditación es un ritual difícil y misterioso, practicado por místicos o monjes en aislamiento. Sin embargo, meditar es simplemente pensar con concentración: algo que cualquiera puede aprender y usar en cualquier lado.
Cuando le damos vuelta en la cabeza a un problema, decimos que tenemos una preocupación. Cuando piensas en la Palabra de dios y le das vuelta en tu cabeza, llamamos a eso meditación. Si sabes cómo preocuparte, ¡ya sabes cómo meditar! En vez de pensar con insistencia en tus problemas, necesitas vincular la atención en tus problemas con versículos bíblicos. Cuanto más medites en la Palabra de Dios, tendrás menos de qué preocuparte.
Dios consideraba a Job y a David sus amigos porque valoraban su Palabra por encima de todas las demás cosas, y pensaban en ella continuamente en el transcurso del día. Job admitió: “Del mandamiento de sus labios no me he apartado, he atesorado las palabras de su boca”. David dijo: “La enseñanza del Señor es perfecta, porque da nueva vida... los preceptos del Señor... traen alegría al corazón”. y “constantemente están en mis pensamientos; no puedo dejar de pensar en ellas”.
Los amigos comparten sus secretos, y Dios compartirá sus secretos contigo si desarrollas el hábito de reflexionar en su Palabra durante el día. Dios le contaba a Abraham sus secretos; hizo lo mismo con Daniel, Pablo, los discípulos y otros amigos.
Al leer la Biblia y escuchar un sermón o una grabación, no olvides lo que escuchaste cuando te vayas. Desarrolla la práctica de repasar la verdad en tu mente, reflexiona sobre lo que has leído o escuchado, dale vuelta en la cabeza. Cuanto más tiempo dediques a repasar lo que Dios dijo, más entenderás los “secretos” de esta vida que pasan inadvertidos para muchas personas. La Biblia afirma: “Ser amigos de Dios es privilegio de quienes lo reverencian; sólo con ellos comparte él los secretos de sus promesas”.En el capítulo siguiente consideraremos otros cuatro secretos para cultiva una amistad con Dios, pero no esperes hasta mañana. Comienza hoy mismo a practicar una conversación constante con Dios y la meditación continua en su Palabra. La oración nos permite hablar con Dios; la meditación permite que él nos hable. Ambas son esenciales para ser amigos de Dios.
DÍA ONCE
PENSANDO EN MI PROPÓSITO
Punto de reflexión: Dios quiere ser mi mejor amigo.
Versículo para recordar: “Ser amigos de Dios es privilegio de quienes lo reverencian”. Salmo 25:14 (BAD)
Pregunta para considerar: ¿Qué puedo hacer para recordar que debo pensar en Dios y hablar con Él más a menudo durante el día?

DIA 10 El corazón de la adoración


Entréguense a Dios... preséntenle todo su ser
para propósitos justos.
Romanos 6:13 (PAR)

El corazón de la adoración es rendirse, entregarse.
La palabra rendición es poco popular, es tan fea como la palabra sumisión. Implica derrota, y nadie quiere ser un perdedor. La rendición evoca imágenes desagradables: reconocer la derrota en la batalla, darse por vencido en un juego o ceder frente aun oponente más fuerte. Casi siempre se usa en un contexto negativo. Los delincuentes son atrapados y entregados a las autoridades.
La cultura actual de competitividad nos enseña a que nunca debemos darnos por vencidos y que nunca debemos rendirnos; no se oye mucho hablar de rendirse. Si todo se trata de ganar, rendirse es inconcebible. Preferimos hablar de ganar, triunfar, superar las dificultades y conquistar; nada de ceder, someternos, obedecer o entregarnos. Pero la entrega a Dios es el corazón de la adoración. Es la respuesta natural al asombroso amor y misericordia de Dios. Nos entregamos a Él, no por temor u obligación, sino por amor, “porque Él nos amó primero”.
Después de escribir once capítulos de la carta a los Romanos, explicando la increíble gracia de Dios con nosotros, Pablo nos exhorta a entregar nuestra vida a Dios en adoración: “Por lo tanto, mis amigos, mediante la inmensa misericordia de Dios hacia nosotros... ofrézcanse a Dios como sacrificio vivo, dedicados a su servicio y agradables a Él. Esta es la verdadera adoración que deben ofrecer”.
La verdadera adoración ¾agradar a Dios¾ se da cuando nos entregamos completamente a Dios. La primera y última palabra de ese versículo son las mismas: ofrezcan.
Ofrecerte a Dios es la esencia de la adoración.
A este acto de entrega personal se le llama de diversas maneras: consagración, que Jesús sea el Señor de nuestra vida, tomar la cruz, morir al yo, ponerse en manos del Espíritu. Lo que importa es lo que se haga, no cómo se le llame. Dios quiere nuestra vida: toda nuestra vida. El noventa y cinco por ciento por ciento no es suficiente.
Hay tres obstáculos que bloquean nuestra entrega total a Dios: el temor, el orgullo y al confusión. No nos damos cuenta de cuánto nos ama Dios, queremos controlar nuestra propia vida y malinterpretamos lo que significa la entrega.
¿Puedo confiar en Dios? La confianza es un ingrediente esencial de la entrega. No puedes entregarte a Dios si no confías en él, pero tampoco puedes confiar en Él hasta que lo conozcas mejor. El temor impide entregarnos, pero el amor echa fuera el temor. Cuanto más nos demos cuenta de lo mucho que dios nos ama, más fácil nos resultará la entrega.
¿Cómo sabes que Dios te ama? Él te demuestra su amor de muchas maneras: Te dice que te ama; nunca te pierde de vista; cuida de todos los detalles de tu vida; te dio la capacidad de disfrutar toda clase de placeres; tiene buenos planes para tu vida; te perdona; y es cariñoso y paciente contigo. Él te ama mucho más de lo que te puedas imaginar.
La mayor expresión de su amor es el sacrificio del Hijo de Dios por ti: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores. Cristo murió por nosotros”. Si quieres saber cuán importante eres para Dios, mira a Cristo con sus brazos extendidos en la cruz, diciéndote: “¡Mi amor es así de grande! Prefiero morir a vivir sin ti”.
Dios no es un esclavizador cruel o un explotador que usa la fuerza bruta y la coerción para someternos. No intenta doblegar nuestra voluntad, sino que nos atrae hacia sí para que podamos ofrecernos libremente a Él. Dios es amante y libertador, y cuando nos entregamos a Él obtenemos la libertad, no esclavitud. Cuando nos entregamos completamente a Jesús, descubrimos que no es un tirano sino el Salvador; no es jefe sino hermano; no es dictador sino amigo.
Reconozcamos nuestras limitaciones. El segundo obstáculo para nuestra entrega total es nuestro orgullo. No queremos admitir que somos meras criaturas y que no podemos controlar todo. Esa es la tentación más antigua:”Llegarán a ser como Dios”. Mucho de nuestro estrés se debe al deseo de control total. La vida es una lucha, pero lo que muchas personas ignoran es que la nuestra, como la de Jacob, es en realidad ¡una lucha con Dios! Queremos ser Dios, y de ninguna manera podremos ganar esa lucha.
A.W.Tower dijo: “Muchos aún están confusos, buscando; apenas hacen pequeños progresos porque todavía no se han rendido del todo. Todavía pretendemos dar órdenes y entrometernos con la obra de Dios en nosotros”.
No somos Dios, ni nunca lo seremos. Somos seres humanos. Cuando pretendemos ser Dios acabamos pareciéndonos a Satanás, que pretendía eso mismo.-
Aceptamos nuestra humanidad con el intelecto pero no con las emociones. Cuando nos enfrentamos a nuestras propias limitaciones, reaccionamos con irritación, enojo y resentimiento. Queremos ser más altos (o más bajos), más inteligentes, más fuertes, más talentosos, más hermosos y más ricos. Queremos tener de todo y hacer cualquier cosa y nos disgustamos cuando eso no ocurre. Al darnos cuenta de que Dios dota a otros con las características que no tenemos, respondemos con envidia, celos y autocompasión.
Lo que significa rendirse. La rendición a Dios no es resignación pasiva, ni fatalismo, ni una excusa para la pereza. No es aceptar el estado actual de las cosas. Todo lo contrario: es sacrificar nuestra vida y sufrir para cambiar lo que se debe modificar. Dios suele llamar a las personas consagradas a lucha por Él. La entrega no es para cobardes ni para quienes se dejan pisotear por todo el mundo. Tampoco significa dejar de pensar racionalmente ¡Dios no quiere desperdiciar la mente que te dio! No quiere robots a su servicio. La entrega no implica reprimir nuestra personalidad. Él quiere usar nuestra personalidad, que es única. En lugar de reducirla, la entrega potencia nuestra personalidad. C.S. Lewis señaló: “Cuanto más dejamos que Dios tome nuestra vida, más verdaderamente nos convertimos en lo que somos, porque Él nos creó. Él inventó todas las distintas personas que hemos sido destinado a ser... Cuando me vuelvo a Cristo, cuando me rindo a su personalidad, recién entonces comienzo a tener mi verdadera personalidad”.
La entrega se demuestra mejor con la obediencia y la confianza. Dices: “Sí, Señor” a cualquier cosa que te pida. Decirle: “No, Señor”, sería una contradicción. No podemos llamar Señor a Jesús si nos negamos a obedecerle. Después de pasar la noche pescando infructuosamente, Simón fue un modelo de entrega cuando Jesús le dijo que intentara de nuevo: “Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada... Pero como tú me lo mandas, echaré las redes”. Las personas consagradas obedecen la Palabra de Dios, incluso aunque piensen que no tiene sentido.
Otro aspecto de una vida completamente consagrada es la confianza. Abraham siguió la guía de Dios sin saber adónde lo llevaría. Ana esperó el tiempo perfecto de Dios sin saber cuándo sería. María esperaba un milagro sin saber cómo. José confió en el propósito de Dios sin saber por qué las circunstancias se dieron como se dieron. Todos ellos se entregaron a Dios por completo.
Puedes saber que te has entregado a Dios cuando dependes de él para que las cosas resulten bien, en lugar de manipular a los demás, imponer tus ideas y controlar la situación. Uno suelta las riendas y deja que Dios obre. No necesitas estar “siempre al control”. La Biblia dice que debemos entregarnos al Señor y esperar en Él con paciencia”.En lugar de esforzarte más, confía más. También sabes que te has rendido cuando no reaccionas a la crítica ni te apresuras a defenderte. Un corazón rendido se destaca en las relaciones personales. Una vez que nos entregamos a Dios, ya no descalificamos a los demás, no exigimos nuestros derechos y no buscamos nuestro propio bien.
Para muchas personas, el elemento más difícil de entregar es su dinero. Muchos han pensado. “Quiero vivir para Dios pero también quiero ganar suficiente dinero para tener una vida cómoda y jubilarme algún día”. La meta de una vida consagrada no es la jubilación, porque compite con Dios por la atención primaria de nuestra vida. Jesús dijo: “No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas” y, “donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”.
El ejemplo supremo de entrega personal es Jesús. La noche antes de su crucifixión, Jesús se entregó al plan de Dios. Oró pidiéndole al Padre que, como todo era posible para Él, no le hiciera beber esa copa de sufrimiento, pero que no se hiciera su voluntad, sino la del Padre.
Jesús no oró diciendo: “Dios, si pudieras evitarme este dolor, hazlo”. Ya había afirmado que ¡todo es posible para Dios! En vez de eso, oró: “Dios, si lo mejor para ti es librarme de este sufrimiento, hazlo por favor. Pero si es para cumplir con tu propósito, yo también lo quiero así”.
La entrega auténtica dice: “Padre, si este problema, dolor, enfermedad y circunstancia son necesarios para cumplir tu propósito y para tu gloria en mi vida o en la de otro, no me libres de este trance”. Este grado de madurez no se logra fácilmente. En el caso de Jesús, la agonía por el plan de Dios fue tanta que sudó gotas de sangre. La entrega implica trabajo duro. En nuestro caso, es un combate intenso contra nuestra naturaleza egocéntrica.
Las bendiciones de rendirnos. La Biblia no podría ser más clara con respecto a los beneficios que trae una vida completamente entregada a Dios. En primer lugar, experimentamos paz. “¡Deja de discutir con Dios! Ponte de acuerdo con Él, y por fin tendrás paz y las cosas te irán bien”. Luego, experimentamos la libertad: “Sométanse a los caminos de Dios y serán libres para siempre... sus mandatos los liberan para vivir abiertamente su libertad”. En tercer lugar, experimentamos el poder de Dios en nuestra vida. Cristo puede derrotar las tentaciones pertinaces y los problemas acuciantes si se los entregamos a Él.
Cuando Josué esta próximo a la batalla más grande de su vida, se encontró con Dios, se postró en adoración y se puso a sus órdenes, sometiéndole sus planes. Esa entrega le permitió una victoria imponente sobre Jericó. Esta es la paradoja: la victoria viene de rendirse. La entrega no nos debilita, nos fortalece. Cuando nos entregamos a Dios, no tenemos por qué temer o rendirnos a nada más. William Booth, el fundador del Ejército de Salvación, dijo: “La grandeza del poder de un hombre es el grado de su consagración”.
Dios usa a las personas consagradas. Dios eligió a María para ser la madre de Jesús, no porque fuera talentosa o rica o hermosa, sino porque era una persona completamente consagrada a Él. Cuando el ángel le explicó el inverosímil plan de Dios, ella con calma le respondió que era la sierva del Señor y que estaba dispuesta a aceptar lo que Él quisiera. No hay nada más poderoso que una vida consagrada puesta en las manos de Dios. Así que debemos someternos completamente a Dios.
La mejor manera de vivir. Al fin y al cabo, todos acabaremos rindiéndonos a algo o a alguien. Si no nos entregamos a Dios, nos entregaremos a las opiniones o expectativas de otros, al dinero, al resentimiento, al temor o a nuestro propio orgullo, a nuestro deseo, o a nuestro ego. Dios nos diseñó para adorarlo; si no lo hacemos, crearemos otras cosas (ídolos) para entregarles nuestra vida. Somos libres de elegir a quién nos rendiremos, pero no podremos librarnos de las consecuencias de esa elección. E. Stanley Jones dijo: “Si uno no se entrega a Cristo, se entrega al caos”.
Entregarse no es la mejor manera de vivir, es la única manera de vivir. Ninguna otra cosa da resultado. Cualquier otro enfoque conduce a la frustración, decepción y destrucción propia. En la versión Reina-Valera de la Biblia a la entrega se le llama “vuestro culto racional” y una versión en inglés la traduce como “la manera más sensata de servir a Dios”. Entregar nuestra vida no es un impulso emocional e insensato sino una acción inteligente y racional, el acto más responsable y sensato que podemos hacer con nuestra vida. Pablo lo dijo: “Por eso nos empeñamos en agradarle”. tus momentos más sabios serán aquellos cuando le digas a Dios: Sí.
Puede que te consuma años, pero al fin descubrirás que el mayor estorbo a la bendición de Dios en tu vida no son los demás, sino tú mismo: tu propia voluntad, tu orgullo obstinado y tu ambición personal. No podrás cumplir los propósitos que Dios tiene para tu vida mientras vivas concentrado en tus propios planes.
Si Dios va a trabajar a fondo contigo, comenzará con esto. Entrégale todo a Dios; lo que lamentas de tu pasado, tus problemas del presente, tus ambiciones para el futuro; tus temores, tus sueños, tus debilidades, tus costumbres, tus penas y tus complejos. Pon a Cristo en el asiento del conducto de tu vida y suelta las riendas. No tengas miedo; nada que él tenga bajo su control puede quedar a la deriva. Si Cristo tiene el dominio, podrás enfrentarlo todo. Serás como Pablo, que dijo esta “listo para cualquier cosa y para enfrentarme a cualquier circunstancia, gracias a aquel que me infunde la fuerza interior; o sea, soy autosuficiente en la suficiencia de Cristo”.
Pablo se rindió en el camino a Damasco, después de que una luz deslumbrante lo hiciera caer al suelo. A otras personas Dios les llama la atención con métodos menos drásticos. De todos modos, la consagración nunca es un acontecimiento transitorio. Pablo dijo: “Cada día muero”. Hay un instante de consagración y una práctica de consagración, que es a cada momento y por toda la vida. El problema de los sacrificios vivos es que se pueden escapar del altar, por lo que puede ser necesario reconsagrar nuestra vida varias veces al día. Debes hacer de la consagración un hábito diario. Jesús afirmó: “Si alguno quiere seguirme, debe renunciar a las cosas que quiere. Debe estar dispuesto a renunciar a su vida cada día y seguirme”.
Una advertencia: Cuando decidimos tener una vida enteramente consagrada, esta decisión será puesta a prueba. A veces implicará realizar tareas inconvenientes, nada gratas, costosas o aparentemente imposibles. Varias veces implicará ir en contra de lo que deseamos hacer.
Uno de los líderes cristianos más grandes del siglo veinte fue Bill Bright, el fundador de la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo. Gracias al personal de la Cruzada en todo el mundo, al folleto de las “Cuatro leyes espirituales” y a la película Jesús (vista por mas de mil millones de espectadores), más de 150 millones de personas han aceptado a Cristo y pasarán la eternidad en el cielo.
En una ocasión le pregunté a Bill. “¿Por qué ha usado Dios tu vida y te ha bendecido tanto?” me contestó: “Cuando era joven, hice un contrato con Dios. Lo escribí y firmé, de mi puño y letra. Decía “A partir de hoy, soy esclavo de Jesucristo””.Alguna vez has firmado un contrato como ese con Dios? ¿O todavía estás discutiendo y luchando con Dios acerca del derecho que él tiene de hacer con tu vida lo que le plazca? Llegó el momento para que te rindas a Dios, a su gracia, a su amor y a su sabiduría.
DÍA DIEZ
PENSANDO EN MI PROPÓSITO

Punto de reflexión: El corazón de la adoración es la rendición y la entrega.
Versículo para recordar: “Entréguense por completo a Dios... para sus buenos propósitos”. Romanos 6:13 (BAD)
Pregunta para considerar: ¿Hay alguna parte de mi vida que no le haya entregado a Dios?